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El Sabor de lo Antiguo II: Entrevista con Yolanda y Chus.

Entramos en un lugar casi mágico. Un espacio donde cada centímetro está lleno de objetos que estimulan los cinco sentidos. El Sabor de lo Antiguo engancha desde que pones un pie dentro. La vista encuentra colores y formas que te atrapan. El olfato se estimula con esencia de azahar, vainilla y ese olor tan característico de la madera. El tacto se pasea sobre listones brillantes que acaban de ser lijados o superficies rugosas recién pintadas. El oído se llena de palabras bonitas, de risas y frases que se convierten en semillas para la imaginación. Y el gusto… ¿A qué sabe El Sabor de lo Antiguo? Eso, nos lo cuenta Chus y Yolanda. Origen y motor de un proyecto que comparten, estimulan y miman desde su escuela taller situada en Alto de Extremadura. Hoy nos colamos allí:

Chus Cano en su taller
Chus Cano, “El Sabor de lo Antiguo”

Para vosotras, ¿Qué es El Sabor de lo Antiguo?

Chus: Para nosotras es el gusto por recuperar. No queremos unirlo a
la crisis, ni al low cost. No tiene que ver con ninguno de esos conceptos.
Simplemente, es que te gusta recuperar, darle una segunda oportunidad a un
objeto. En cierto modo, la prioridad es inventar. Darle una segunda oportunidad
a las cosas o de algo sacar otra cosa.

Yolanda: Yo creo que el concepto es que algo que ha tenido belleza.
Que puede que ahora ya no pega, pero que la ha tenido, se puede recuperar esa
belleza transformada en otra cosa. Puede que no sea algo valioso, pero sí que
ha sido bello. Y la consecuencia es que cuando terminas el trabajo es única. Por
eso no es low cost. Es única. Estás haciendo piezas irrepetibles. Yo creo que esa
es la gran diferencia. Son piezas hechas una vez y que nunca vas a conseguir
tener algo igual.

¿Se mezcla el respeto por lo que era el objeto y la imaginación por
encontrar algo nuevo?

Yolanda: Depende. Si el respeto por lo que era significa que no se
puede tocar y se va a quedar en un rincón,
pues la verdad es que no.  Pero si
el respeto por lo que era significa que tiene una línea maravillosa y que la
vas a poner en un rinconcito pintada de pistacho, pues entonces sí. Porque vas
a lograr que sea la protagonista de ese rincón. Yo creo que esa es la
diferencia, y además es única porque nadie va a tener ese mueble de color pistacho.
Es única y está llenando. Y antes pasaba desapercibida. La tenías en casa, pero
no decía nada.

Chus: Ahora estamos trabajando con tres cajones que van a ser un
juguetero. Y cómo esté no hay otro igual. Y a veces incluso pensamos, este
mueble va a tener una casa buena. Donde van a apreciar que es único.

Yolanda: La gente que viene buscando este tipo de muebles quiere un
estilo único. No que sea barato, porque puede que no lo sea. Quiere estilo,
algo único. Que sea especial.

Chus: Algo que sea para ellos solos. Que no sea de serie.

 Yolanda: No es simplemente me compro un mueble barato en una tienda
y le doy una mano de pintura.

Chus: Bueno, eso sirve para cambiarlo.

Yolanda: Pero no es lo que nosotras hacemos. Nosotras buscamos
recuperar algo que tiene historia, que tiene un valor y ha tenido belleza. Recuperar.

 

En casa, ¿tenéis muebles de Ikea?

Yolanda: Sí. Yo tengo uno de pared a pared. Porque era la medida
justa. Y eso también puede estar muy bien. Comprar ese tipo de muebles que te
cuadran en un espacio muy concreto y luego personalizarlos, hacerlos tuyos y
especiales.

Chus: Yo tengo uno en el cuarto de la niña. Tengo para los juguetes
y los libros de los niños. Todo el mundo tiene muebles del Ikea. Yo creo que tampoco
pasa nada. Y si eres capaz de personalizarlo y hacerlo tuyo, luego lo ves y
piensas: “Lo he hecho yo”.

 Por vuestras manos han pasado multitud de muebles, ¿alguno que os haya
dejado huella?

Chus: Un mueble que hicimos para la tienda de Salvador Bachiller.
Ahí ha ido toda nuestra creatividad metida a lo bestia. Es algo de lo que
podemos estar absolutamente orgullosas. En esa tienda, tuvimos que pelearnos
con todos para poder un poco imponer nuestro criterio Buscamos una serie de
muebles que ellos no tenían en mente ni muchísimo menos. Le cambiamos al
arquitecto todo el concepto que quería poner. Ha sido el trabajo más bonito. Y
luego, un mueble que hay en un restaurante de Zaragoza del que también podemos
estar muy orgullosas, porque fue creatividad pura y dura. Cada cajón de su
padre y su madre. Y cada uno de ellos se conservó.

Por vuestras manos han pasado multitud de muebles, ¿alguno que os haya
dejado huella?

 

 

Chus: Un mueble que hicimos para la tienda de Salvador Bachiller.
Ahí ha ido toda nuestra creatividad metida a lo bestia. Es algo de lo que
podemos estar absolutamente orgullosas. En esa tienda, tuvimos que pelearnos
con todos para poder un poco imponer nuestro criterio Buscamos una serie de
muebles que ellos no tenían en mente ni muchísimo menos. Le cambiamos al
arquitecto todo el concepto que quería poner. Ha sido el trabajo más bonito. Y
luego, un mueble que hay en un restaurante de Zaragoza del que también podemos
estar muy orgullosas, porque fue creatividad pura y dura. Cada cajón de su
padre y su madre. Y cada uno de ellos se conservó.

 Yolanda: Yo tuve un mueble que tuve que reconstruir nueve cajones
que faltaban. Y ese mueble cuando se terminó fue una gran satisfacción. Además,
no me dejaron usar máquinas, fue todo a mano. Con esa pieza aprendí un montón.
Era complicadísima la restauración. ¡Me encantó! También unas mesillas rosas. A
parte de sacar de una dos, que nos preguntaban: “Pero ¿cómo lo vais a hacer?”.
Y nosotras contestábamos: “¡Con la sierra!”. Era una mesilla por la mitad y los
dos laterales hicieron de frente. Quedó preciosa.  Además, cuando lo planteamos yo lo entendí
mal, pero era lo que Chus pensaba que había que hacer, aunque nadie me lo dijo.
Hubo una serie de malentendidos y al final la pieza quedó divina. Yo le tengo
mucho cariño.

Chus: Y hubo un armario para un niño que me encantó hacer porque la
madre me lo pidió cuando estaba embarazada. Era un armario espantoso, que yo le
tenía el ojo echado desde hacía tiempo en El Rastro. Y la madre me decía: “Pero,
¿seguro?”. El armario era espantoso. Y yo le contestaba: “Seguro. Tú fíate de
mí”. No sabes qué armario quedó. Todo con tela de gallinero, con rayitas por
dentro. Quedó precioso. Pero si no llega a ser que ella confió en nosotros, en
cómo le habíamos dicho que iba a quedar… La verdad es que el armario era de
horror antes de ponerse a trabajar con él.

¿Cómo hacéis esos muebles con tantos cajones y tan diferentes?

Yolanda: Tú partes de los cajones. Buscas los que valen la pena.
Aquellos que te gustan. Y eso es el punto de partida.

Chus: Haces como un puzzle. Los cuadras y una vez que los tienes,
hablas con el carpintero para que te haga la estructura.  Esto es como un equipo de fútbol. No vas a hacerlo
tú todo. Aunque el carpintero tiene tendencia a decirte que no se puede hacer y
nosotras estamos para insistir y decirle que sí.

¿Qué consejo dais a vuestras alumnas durante los talleres?

Las dos a la vez: No tengas miedo
a probar.

Chus: Ése es el mejor consejo. Llegan muchas personas diciéndote que
ellas estropean. Con reparos a experimentar e ir probando. Aquí nadie estropea
nada. Lo arreglamos. Y si no, incluso, queda más bonito.

Yolanda: Aquí ha llegado gente con reticencias, con miedo a
estropear los muebles. Y no veas las cosas que hacen ahora.

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