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Flores de las que no hay que regar

La encontramos en un garaje de Segovia. En un rincón, llena de polvo. Nos contaron que sirvió para llevar agua a una casa con nueve niños. Ahora, se ha convertido en un jarrón para flores de las que no hay que regar.

La botella tiene más de 30 años y llevaba más de diez vacía. El mimbre que rodea la parte superior estaba bastante gastado y el asa estaba casi descolgada.

 

 

 

Y como el salón de mi amiga Raquel es rojo, negro y blanco, había que cambiar los colores y darle un toque más moderno.

Como no tenía flores a mano, salí a la calle a por unas ramas y les puse mis propias flores blancas y rojas.

 

 

 

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