“Comienza lo bueno”
Os lo adelantábamos en la primera lección. El tipo de madera y el estado del mueble van a delimitar gran parte del trabajo de transformación. En función del material que tengamos entre manos y del tratamiento que haya recibido podremos o tendremos que hacer unas técnicas u otras. Os detallamos una lista de posibles situaciones a las que nos podemos enfrentar. Creo que están todas, o por lo menos las más frecuentes, para poder ofreceros las pautas a seguir.
Madera pintada o barnizada. Muchos de los muebles que tenemos en casa, ya han sido tratados. Si queremos volver a pintarlos, tenemos dos opciones: retiramos las capas antiguas en busca de la veta de la madera o pintamos encima. Esta última opción es más rápida de hacer porque podemos lijar para igualar la superficie o aplicar imprimación.Una vez terminadas cualquiera de las dos posibilidades, podemos pintar. En cambio, si queremos llegar a la veta de la madera, vamos a tener que lijar a fondo, emplear decapantes o la pistola de calor. Todo lo que nos ayude a retirar las capas antiguas de producto. Ésta puede ser, sin duda alguna, la tarea más pesada a la que nos enfrentemos en un mueble. El gran objetivo a alcanzar es una superficie lisa y sin restos de color, pero eso a veces se complica mucho cuando vemos que la lija o el decapante no termina de levantar toda la pintura. Es todo un reto a nuestra paciencia, pero si insistimos y vamos poco a poco, el resultado (os lo prometo) merece la pena.
Madera teñida o barnizada con un tinte oscuro. Si al revisar nuestro mueble vemos que ha sido tratado con un producto muy oscuro, debemos de hacer una pequeña prueba. En una esquina que no se vea mucho, podemos pintar con el color que queremos emplear para el cambio de color. Si vemos que el producto antiguo tiñe al nuevo, es porque se produce el sangrado de la madera. Esto nos va a limitar bastante, porque retirar todo el color antiguo resulta muy laborioso y para sellarlo debemos de usar imprimación, pero de base disolvente.
Ya hemos hecho un pequeño diagnóstico de nuestro mueble. Sabemos de qué está hecho y las posibilidades que tiene. Ahora vamos a ver qué pasos y productos vamos a necesitar para preparar la superficie en función de lo que queramos hacer con él.
Os dejamos un listado de las herramientas y materiales más habituales para trabajar en la preparación de los muebles de madera. Como siempre, no hay nada mejor o peor, si no productos más adecuados para unas situaciones u otras:
Ahora toca combinar las diversas situaciones en las que puede estar nuestro mueble con las herramientas y materiales que se utilizan para preparar las superficies.
Para los amantes de la madera, sin duda alguna, una apuesta segura es trabajar con madera sin tratar o madera virgen. Es un material del que te enamoras por si tacto, color, olor… que entra por casi todos los sentidos, pero que para poder mantenerla en el tiempo en buen estado hay que tratarla. Mantener el color de la madera según lo vemos el primer día es algo imposible. Estamos hablando de un material poroso que es sensible a todo lo que le rodea, desde los rayos del sol hasta los roces, humedad o la grasa que podemos tener en la mano al tocarla. Para evitar su deterioro debemos de utilizar el producto más apropiado para el uso que vayamos a dar al mueble y al lugar donde vaya a estar. Si no queremos variar su color, lo que menos puede afectarle son los lasures incoloros o la cera sin color. Y si queremos transformarlo, podemos aplicar tintes o pinturas para tapar o no la veta de la madera. En todos los casos, siempre vamos a tener que preparar muy bien la madera para conseguir que absorba de una forma adecuada el producto que vayamos a emplear, sea lo que sea. El objetivo es abrir el poro de la madera para que la pintura entre correctamente y de forma homogénea por toda la superficie. Así protegemos por igual y el color será el mismo en todo el mueble.
Para prepara la madera sin tratar debemos de usar lijas de granos muy gruesos (del 60 al 80) para abrir bien el poro e igualar la zona. Si vemos que han quedado marcas de la lija (puede pasar con lijadoras eléctricas), podemos pasar una lija ligeramente más fina (120 o 180 de grano).
Tenemos dos opciones para mejorar su adherencia:
Cuando la capa de barniz se ha levantado y lo que queda son restos de poco grosor, podemos hacer una buena limpieza con acetona y un estropajo de acero.
Si vemos que nuestro mueble tiene un color muy oscuro, lo que podemos hacer es realizar una pequeña prueba en una esquina. Si vemos que el color antiguo, mancha la nueva capa de color es que el mueble sangra. Para frenarlo, la forma más rápida es dar un par de capas de imprimación de base disolvente.
A veces puede resultar un poco complicado saber qué producto han utilizado para tratar un mueble. Cuando son piezas antiguas, que además han sufrido un gran deterioro y se suma la suciedad acumulada, la forma más sencilla de identificar el tratamiento recibido es hacer una pequeña prueba. En escasos cinco segundos podemos saber qué han aplicado con anterioridad, una información crucial para saber cómo preparar ahora la superficie. No sólo porque así acertaremos con el tratamiento, también porque nos puede ayudar a ganar tiempo y ahorrarnos un paso que para muchas personas es una verdadera condena: el lijado. Y aunque parezca una contrariedad para evitar lijar todo el mueble, lo que vamos a hacer es lijar, pero muy poquito en un lugar que no se vea mucho. Lijamos con una lija fina o de grano medio y en función del resultado podremos en algunos casos saltarnos el paso del lijado haciendo una buena limpieza:
– Lijamos y sale un polvo muy blanco. Eso es señal de que el mueble ha sido barnizado y es en el único caso en el que sí o sí vamos a tener que lijar o emplear decapante para quitarlo. Si no estamos interesados en que se vea la madera, como alternativa podemos dar imprimación y pintar con otro color encima.
– Lijamos y al polvo blanco se añade también polvo marrón. Es muy frecuente encontrar muebles cuyas capas de productos ha ido desapareciendo con el paso de los años. Pero no del todo. Si vemos que queda poca capa de barniz y que se ve al madera a simple vista, podemos pasar un estropajo de acero y acetona para quitar ese color antiguo. Os recomendamos manipular la acetona en un espacio abierto y utilizar material de protección como guantes y mascarilla.
–Lijamos y parte del material se queda en el papel de lija. Cuando no se levanta polvo al lijar es porque en la superficie hay algún producto con grasa o aceite, que genera una especie de pasta. Si no llena la lija y vemos que hay algo de polvo, eso es porque se ha aplicado sobre la madera algún tipo de aceite o producto nutriente. En ese caso, podemos emplear un limpiador jabonoso para maderas.
–Lijamos y se embota la lija. Decimos que la lija está embotada cuando al lijar se genera una pasta que tapa por completo el grano e impide que arañe la madera. Esto sucede con algunos esmaltes antiguos, que cuando han solapado una capa encima de otra, al tratar de retirarlas con la lija se convierten en una pasta densa. En esos casos, tenemos que combinar el abrasivo con el decapante. Otra de las situaciones en las que nos puede pasar, es cuando el mueble ha sido tratado con cera. En ese caso, existen desenceradores para limpiar la madera.
Hay algunos materiales y herramientas que son básicos si queremos realizar nuestros propios proyectos en casa. Sin duda alguna, las lijas son algunos de ellos. Prácticamente no hay trabajo en el que antes o después necesitemos pasar la lija.Os contaremos qué tipo de lijas podemos comprar, cómo usarlas y cómo seleccionar el grano más apropiado para cada tarea.
Realmente existen dos formas de lijar. Una de ellas es manual, cogiendo con la mano el papel de lija, y la otra es colocando el papel de lija en alguna herramienta que nos haga más rápida y cómoda la labor. En el momento en el que el mueble que vayamos a decorar sea de grandes dimensiones o tengamos pensado pintar más de una pieza, la lijadora eléctrica es casi obligatoria, por el bien de nuestras manos y porque en algunos casos es imposible alcanzar de forma manual el mismo nivel de limpieza en el lijado. Os enumeramos los diversos tipo de lijas que podéis comprar para tratar la madera.
– Papel de lija. Suelen ser tiras rectangulares de papel de lija, cuya composición varía en función del uso que se le dé. Hay lijas específicas para metal, paredes, madera o trabajos muy delicados como la pintura de los coches.
– Tacos de lija. Estos tacos pueden tener varias formas adaptadas a las esquinas y rincones de nuestros muebles. Hay tacos rectangulares y otros que terminan en cuña para poder introducirlos mejor en espacios pequeños.
– Almohadillas. Son unas esponjas muy flexibles que por una cara tienen lija. Esto hace que sea muy cómodo poder lijar piezas con forma curva como las patas de las sillas, mesas o barrotes de ventanas o escaleras.
– Lijadora en cuña o ratón (mouse). Es muy fácil de utilizar por su poco peso y pequeño tamaño. Su forma, que termina en punta, es muy útil para lijar zonas de difícil acceso.
– Lijadora orbital. Tienen una forma circular que hace que avances más rápidamente en piezas de gran tamaño. Existen lijadoras que te permiten modificar la potencia, lo que puede resultar muy práctico. Normalmente, en función del modelo, pueden tener una potencia muy alta, lo que hace que si las combinas con lijas de grano muy grueso puedas levantar capas gruesas de pintura o barniz con relativa facilidad.
– Lijadora de banda. Su forma rectangular hace que sea más rápido el avance en superficies planas y grandes. Para puertas, cabeceros, armarios… esta lijadora puede ser una aliada perfecta.
¿Cuál elegir? Dentro de las herramientas, siempre vamos a encontrar herramientas de un uso doméstico y otras de uso profesional. Cuando estamos empezando y no queremos hacer una gran inversión, la lijadora tipo ratón, de uso doméstico, puede ser una buena opción. Podemos encontrar lijadoras de 40 a 60 euros con una buena calidad. Si tenemos intención de lijar mucho, podemos ampliar nuestro taller con una lijadora orbital, que os recomendamos lleve deposito. Así parte del polvo no sale al exterior.
El grosor del grano del papel de lija va indicado con un número en la parte de detrás. Cuanto más pequeño sea el número, más grueso es el grano.
Para algunas personas es un producto inaguantable, para otros es pura efectividad. El decapante es un líquido con una textura densa que nos permite levantar pintura y barniz de la madera. Dos de sus grandes inconvenientes, para aquellas personas que lo aplican, es el fuerte olor y la viscosidad. Sobre el fuerte olor, si usamos un decapante de base agua, notaremos que es ligeramente menos fuerte. Y sobre la viscosidad, cuando el decapante actúa lo habitual es que deshaga parte de la pintura, lo que genera esa especie de pasta pegajosa. Es parte de su forma de actuación y por lo tanto, no vamos a poder cambiarlo.
Siempre tenemos que leer las instrucciones de uso del fabricante antes de manipular el producto, pero os podemos detallar la forma más habitual de aplicación de los decapantes.
¿Qué tenemos que tener en cuenta?
Paso a paso